jueves, 15 de abril de 2010

Lidia y los caballos


Lidia tenía 13 años cuando vio cumplido su sueño: aprender a montar a caballo.

Desde pequeña era una amante de los caballos. En la televisión todos los días veía una serie que trataba de estos animales.


Era un 1 de Abril, cuando la madre de Lidia: María, habló con una amiga: Ana, de que Lidia estaba deseando montar a caballo. Ana a su vez le explicó a María, que su hijo menor estaba deseoso de repetir la experiencia.

Entonces, como Ana vivía en el campo, cerca de un centro de hípica, invitó a Lidia y María a comer a su casa. Lidia no sabía nada de lo del centro de hípica.

Al día siguiente, el 2 de Abril, Lidia y su madre se prepararon y esperaron la llegada de Ana para transportarlas hasta su casa , pues María no tenía coche.

Una vez llegaron, Lidia y los 2 hijos de Ana: Emanuel el mayor y Samuel el menor, salieron a jugar con la pelota, mientras María y Ana preparaban la comida.

A las dos en punto, los 3 chicos volvieron a casa para comer.

Pedro que era el marido de Ana, ésta y María habían preparado una rica ensalada y un arroz con carne. El postre fue un mousse de chocolate que Ana había preparado para los niños y otro postre para los mayores compuesto por: fresas, moras y una capa de azúcar horneado.

Después, los niños se sentaron a ver la fabulosa serie que se a nombrado al principio, mientras que los mayores se quedaron en la mesa tomando un café.

Cuando la serie hubo terminado, Ana y María les dijeron que se preparasen para dar una vuelta, aunque ellas ya sabían donde querían ir.

Una vez estaban todos sentados en el coche, Ana se dirigió al principio del pueblecito, hasta llegar a una gasolinera, donde les esperaba el coche que les guiaría hasta el centro de hípica.

Nada más bajar del coche, Lidia empezó a saltar y correr sabiendo donde se encontraba.

Había 7 caballos: 2 yeguas blancas, 2 machos y una yegua marrón, 1 protro clarito casi amarillo y 1 macho negro como el carbón.

El chico que instruiría a Lidia y Emanuel durante una hora cada uno se llamaba Diego.

Diego apuntó los datos de Lidia y María y también los de Emanuel y Ana, pues Samuel a pesar de querer hacerlo no se atrevía por temor a caerse del caballo.

Después, Diego sacó a una de las yeguas blancas, llamada Cuscús, para cepillarla. Lidia cepilló por el lado derecho a Cuscús mientras que Emanuel por el lado izquierdo.

Cuando finalizaron de cepillarla, Diego le colocó la silla y se dirigió a ellos diciéndoles que cogiera un casco cada uno.

Lidia se ofreció la primera en montar a Cuscús. Diego ya en el picadero, le dijo que cogiera con la mano derecha el estribo y pusiera el pie izquierdo, entonces con el pie derecho darse impulso, agarrarse con la mano izquierda a la crín y subir.

Una vez subida observó que no era tan alto como decían.

Entonces, Diego le explicó que como era la primera vez, no llevaría bridas, que él llevaría a Cuscús y que se tenía que relajar. También le explicó que debía mantener la columna y el cuello rectos, los brazos quietos y las piernas relajadas pero en buena posición.

Nada más decir Diego:

-Pas Cuscús- ésta empezó a caminar. Lidia se puso en las posiciones que Diego le había dicho y hasta en algún momento Diego dijo a Cuscús que fuera al trote para probar a Lidia.

Al cabo de un rato a Lidia le empezaron a doler los brazos y las ingles, pero ella no dijo ni pío.

Cuando hubo pasado la hora de Lidia, ésta se bajó y le dejó a Emanuel, quien lo hizo tan bien como ella.

Mientras Emanuel montaba , Lidia como si conociera a los caballos de toda la vida les empezó a dar paja, e incluso uno de los machos marrones le olisqueaba la chaqueta. Hasta se acercó al macho negro al que nadie se quería acercar, porque Diego decía que mordía, e incluso le dio paja como a los demás y le acarició el hocico.

Cuando Emanuel terminó, su madre se apuntó y probó.

Después, le quitaron la silla a Cuscús y le cepillaron. Dejaron los cascos, se despidieron de los caballos y de Diego y se fueron de vuelta a casa de Ana.

Hicieron una pequeña merienda, jugaron con la Play Station2, y, Lidia, Emanuel y Samuel fueron a la calle con la pelota a jugar un poco, hasta que a las 8 de la tarde llevaron a Lidia y María a su casa.

Al día siguiente, a Lidia le dolía todo pero fue una experiencia que nunca olvidará